Anécdotas del Corazón


REZANDO CON VIRGINIA 

30 de agosto de 2016

---Buenos días tía--- ---Buenos días ne'--- así contestaba algunas veces tía Virgina cuando la veía y saludaba en la calle. Fue la esposa de mi tío José (hermano de mi mamá), “la vieja”, como él dice para referirse a su mujer, una mestiza morena y delgada.

Desde muy pequeño cuando iba de vacaciones al pueblo solía visitar a mis tíos Virginia y Chepo, son muchos recuerdos que con ellos tengo  pero en esta ocasión quiero hacer alusión a los que están más relacionados con mi tía. Quizás el recuerdo más antiguo  fue cuando la acompañe a hacer “Cachkal” (Frase en maya para referirse a la acción de ir rezando de casa en casa en los días de muertos y al final degustar de los alimentos y demás que se colocan en los altares); mi tío Carolo fue una de las personas que siempre recordaba este hecho, por tanto me atrevo a decir de que su testimonio es una evidencia fiel de que realmente pasó.

Siendo sincero, no tengo un gran recuerdo de aquel acontecimiento, yo era muy pequeño, debía tener como cuatro o cinco años cuando eso sucedió. Entre mis memorias me veo entrando con tía Virginia a la casa de una señora que llamaban Beatriz López, caminamos hasta llegar a su vivienda que estaba lejos de la entrada y  construida en parte alta, esto es todo lo que se encuentra en mi cabeza.

Tal vez se pregunten  --- ¿Qué hacía tía Virginia en ese lugar?--- resulta que ella formó parte de las rezadoras de Pomuch en tiempos pasados, con su rapidez para recitar las oraciones y su peculiar tono al interpretar los cantos dejaba notar el característico estilo que tienen muchas de las rezadoras peninsulares.

Fue una mujer de costumbres católicas, de esas a las que les gusta ir a la iglesia. En su casa varias veces se recibió la imagen del “Niño de Praga”, sabía las historias de distintos santos y por supuesto cuando era joven acostumbraba a realizar diferentes tipos de novenas.

En la familia recuerdo que a realizó en casa de “Madrina Vargas” novenas a la virgen de Guadalupe y en casa de mi mamá hizo la novena al “Niño de Atocha” donde interpreto aquel canto que decía “Niñito de atocha, hijo de María…”.

En el pueblo solo tuve la oportunidad de acompañarla algunas veces cuando realizó la novena a  San Jerónimo, a mi parecer un santo poco conocido, al menos para mí. Curiosamente el barrio donde se encuentra la casa de mi mamá en Pomuch y la de ella misma tienen este nombre.  Tenía como diez años cuando mi primo Pancho y yo la escuchamos cantar aquella alabanza que sonaba así “Y puesto que a tu amparo nos ponemos alcanzando las gracias que deseamos y después de una vida santa y pura las eternas delicias consigamos…”. Un día de esa novena junto con mi primo nos dio un ataque de risa en pleno rezo, quizá fue por el tono de las señoras al orar, días después la tía me llamo la atención .

En tiempos de finados, el recuerdo del último “Cachkal” que hice con ella aún sigue muy presente, este fue sencillo y familiar, cuando la tía ya no estaba tan vigente como rezadora. Yo tenía aproximadamente 15 años por aquel entonces y esa vez mi familia tuvo la oportunidad de pasar “los finados” en el pueblo. En un momento mi mamá dijo  “ve  a decirle a Virginia que venga a rezar”  después  contó lo que deseaba a madrina Vargas y ésta mencionó “a ver si viene, cuando esta su hijo casi no le gusta que su mamá salga a rezar”, refiriéndose a “la comadre” como muchas veces era llamada por madrina.

Entonces fui a su casa y le dije a  tía el recado que  pedían mis parientas, al principio se notó un poco indispuesta y en su gesto lo hizo notar pero finalmente dijo “está bien al rato voy”. Casualmente en esa ocasión llego a su casa mi tía Marle para pedirle lo mismo.

Al caer la tarde Virginia se presentó, viniendo por el camino que conecta a su casa con el terreno de padrino y de Lore (mi mamá). Su voz se escuchó nuevamente frente a “las mesas de finados” empezando con madrina, pasando a mi casa  y terminando con Marle. Al término de los rosarios recibió por parte de las dueñas de los hogares un poco de lo que se colocó en los altares. Esa fue la última vez que la vi rezar para los días de muertos.

Además de saber rezar, tía Virginia era buena para contar historias, como olvidar “El huay pop y el siloh”, “la gallina negra de San Isidro Benaox”, “las almas que vienen sosteniendo una vela para día de muertos,  “la gran víbora que se le apareció a su abuela por desobedecer las órdenes de sus padres”, entre otras que debo tratar de escribir antes de que continúen olvidándose más en mi memoria.

De la misma forma  sabía los acontecimientos recientes que ocurrían en el pueblo. Cuando mi hermanito Pepe y yo íbamos a visitarla a su casa, se ponía a relatar lo que era novedad en Pomuch, mientras iba contando gesticulaba, abriendo mucho sus ojos, alzando su mano y sentenciando con un dedo, a veces usaba palabras muy peculiares, la recuerdo mencionar “Bartolitis” y “Bandidez”, para nosotros  parecían divertidas.

Para la fiesta del pueblo la recuerdo sentada en el palco de “Kololche” que era de su esposo, gritando “Ese juez de plaza” acompañando así a la descontenta audiencia en los días de la fiesta brava.

Entre los recuerdos más divertidos con ella se encuentran esa vez cuando mi primo Iván jugaba conmigo y me estaba persiguiendo, ambos corríamos y llegamos al patio de tía quien se encontraba lavando, no recuerdo como pero le rompí una de sus cubetas. Días después yo estaba de visita en su casa y tampoco recuerdo como pasó pero acabé rompiendo en pedazos uno de los vidrios de la puerta principal de su vivienda, aún la escucho gritar “Huesu chingada madre” realmente estaba molesta. Posterior a estos eventos, ella contaba como había ocurrido todo, cuando terminaba la novena a la "Guadalupana" que hacía por esos días en casa de madrina Vargas.

        Otro de los recuerdos con mayor antigüedad fue una vez que yo estaba solo con ella por las calles del pueblo, no se porque razón, pero de pronto pasó a dejarme en casa de su hermana, esa a la que llaman "Rosa" y se retiro, allí estuve por un largo tiempo, se me hizo eterno, mientras estaba ahí su hermanita me ofreció amablemente un vaso con "pozole". Aunque han pasado muchos años, tengo la sensación de que la tía tardo mucho en regresar por mi  aquella ocasión.

Un recuerdo más reciente fue cuando nos encontrábamos de noche en el parque mi hermano y yo para una fiesta del pueblo y a lo lejos vimos a una pareja que bailaba en el lugar donde tradicionalmente acostumbra a presentarse  el grupo invitado de la noche, entonces le dije a mi hermano “vamos a ver quiénes son esos de hipil y sombrero que están bailando”, mientras nos acercábamos la imagen se aclaraba, hasta que para sorpresa de nosotros, eran tío Chepo y tía Virginia los que danzaban en la pista, una sonrisa se dibujo en nuestros labios al ver esa imagen.

Así era tía Virginia, al menos así la recuerdo yo, desde tiempos pasados cuando para las vacaciones su casa se llenaba con la presencia de sus hijos y la familia de mi tía Marle, hasta últimas fechas cuando al ir a visitarla  se encontraban solos ella con mi tío, a veces debatiendo y discutiendo enérgicamente los hechos recientes ocurridos en el pueblo o simplemente filosofando sobre la vida.

Precisamente en abril del presente año cuando mi hermanito y yo acudimos a su casa volvió a demostrar su gusto por hablar y con sus conocidos gestos dijo “Si no voy a la fiesta este año, si no voy al baile, que me importa, todo eso ya lo vi”, mencionaba esto porque se encontraba recuperando su salud y no podía estar mucho tiempo fuera de casa
.
Finalmente el 23 de agosto pasado, la voz parlante de la eterna compañera de José se apagó, dejándose de escuchar por la calles de nuestro querido Pomuch Campeche, muriéndose con ella toda una cultura que tenía este personaje del mayab al que por fortuna estuve ligado. Hasta siempre tía y como cantaste la última vez en mi casa  “Y el infierno tiembla cuando escucha el nombre de María… “, una oración por tu eterno descanso.

"Virginia joven", antes de casarse con José, como ella misma mencionó.





¿CUÁNDO EMPECE A ESCRIBIR?

26 de julio de 2016.


     Realmente no existe una fecha exacta o acontecimiento alguno que haya sido la causa de querer expresarme por medio de la escritura, me parece que esta habilidad empecé desarrollarla porque estuvo asociada a otras,que de niño me gustaba hacer y que a continuación describiré.

     Recuerdo bien que desde siempre me gustaba escuchar historias contadas por mis familiares, principalmente tíos y abuelos, desde historias de familia hasta cuentos o leyendas típicas de la región donde vivo, incluso siendo un adolescente todavía tuve la fortuna de escuchar con mucho gusto algunas más. Ahora como adulto, esto ha disminuido pero todavía cuando algún tío, mi papá o incluso otra persona con algo que contar me agrada escuchar.

     Relacionado con lo anterior siempre tuve curiosidad por saber más, con esto me refiero a que mientras alguien me contaba una historia yo siempre preguntaba para entender mejor. También,si tenía curiosidad por conocer algo más lanzaba una interrogante y es así como los relatos nacían y  escuchaba con mucha atención.

     Igual algo que me gustaba mucho hacer desde niño y hasta ahora, es observar fotografías, mis favoritas son las fotos familiares más antiguas y después de verlas siempre quería investigar y conocer más sobre esas imágenes en blanco y negro.

        Sin duda, estoy seguro, que mientas yo escuchaba, preguntaba u observaba  una foto  quedaba cautivado y me pregunté ¿Qué hacer para tener todo esto no se olvide? y es allí cuando empiezo a escribir para así poder conservar las memorias de todos estos personajes,que muchas, representan a la vida de todos los días pero es precisamente eso lo que me fascina porque en ellas hay todo un cúmulo de sentimientos y valores que es necesario exhibir.

     Mi buena memoria para recordar las cosas,(decía mi tío "Carolo", "el negro sabe las fechas de cumpleaños de todos") también fue de gran ayuda para poder recordar los escritos que deseaba plasmar y es así como nacen los primeros, los cuales tienen una fuerte relación con la historia,  ya se pudieron haber dado cuenta que es el tema central  de muchas de mis obras.

     Anotar fechas de acontecimientos familiares que yo consideraba importantes como la llegada de nuestra gata a la casa, aquella fiesta familiar importante o el viaje que más me gustó, fueron los primeros escritos de los cuales tengo memoria, esto lo hacía en cualquier pedazo de papel que encontraba, en pastas de libros y libretas e incluso en las paredes, tendría yo como 8 años cuando empecé a hacerlo, recuerdo igual que  dos veces estando de vacaciones en Pomuch, pueblo de mis orígenes, redacté algo que yo llamé "revista" que era una simple hoja de papel en la que  escribí frases,acompañadas de un dibujo que describían los acontecimientos más importantes que habían ocurrido en la familia durante esa época de descanso. Mí tío "Chepo", todavía hasta estos días,me recuerda  de vez en cuando aquella ocasión en que plasmé en un papel esas sucesos, tenía aproximadamente de 10 a 11 años cuando lo hice.

        Como olvidar aquella vez, igual en unas vacaciones en que modifique la letra de algunas canciones, principalmente tropicales, para contar algunas historias de mi familia, varias canciones eran de las que interpretó "Celia Cruz" como "Burundanga" y yo la titule "Burniaca" apodo que una tía decía a mi tió Jose, en esta describía a la familia del mencionado, otro que recuerdo era "Kimbara" a la que yo llame "Teresa me esta llamando" allí relataba los "mandados" que acostumbraba a hacer para una prima con el mismo nombre . Una bonita y que hasta grabé con mi propia voz en un "casete" fue "Pomuch eterno" en la que modifiqué la letra de la canción "Amor Eterno" del gran "Juan Gabriel". Desafortunadamente no recuerdo donde quedaron todos esos escritos. Aunque era solo un niño, hacer eso fue una experiencia agradable y divertida.

     Hablando de escritos formales, estos aparecen en mi adolescencia, podría considerar a mi diario personal como el primer escrito de este tipo, sinceramente ya no recuerdo el motivo de porque empecé a hacerlo, simplemente pasó y tenía 17 años cuando escribí por primera vez lo que me ocurría día a día y así lo hice hasta los 25 años, ahora mi diario esta estancado, ya estoy próximo a cumplir un año sin haber escrito nada. Otros escritos que tienen una estructura más elaborada son los poemas y "calaveritas literarias", estos surgen hace 3 años , son los escritos de día de muertos  los primeros que hice, el nacimiento de estos yo se los atribuyó a la soledad porque en ese tiempo vivía en Isla Mujeres, paraíso caribeño, pero que irónicamente fue allí donde empecé a sentirme solo, extrañaba y pensaba mucho,entonces al recordar momentos vividos,nacen desde el fondo de mi ser los versos, los cuales han sido muy preciados para mí,siento que ellos son el mejor ejemplo, hasta ahora, del perfeccionamiento de mi capacidad para la escritura y aunque suene cursi, tengo que decir que los quiero mucho.

     En resumen creo que estas son las razones principales por las cuales yo empece a escribir y quier decir que lo voy a seguir haciendo, como en todo, hay momentos en que me siento más inspirado, textos que son muy largos y otros que ni siquiera termine pero mi inquietud por escribir aún esta y mientras tenga vida lo continuare haciendo, sea mucho o poco pero  con pasión y sentimiento.



Algunas libretas en las cuales he escrito.





LA VISITA

2 de agosto de 2016.



Todavía en mi memoria se conserva este recuerdo, lo veo algo borroso pero aún sigue ahí, se resiste a desaparecer.

Fue una tarde soleada, mi padre me llevó en bicicleta, el manejaba, yo iba montado en mi “sillita de madera”, aquel accesorio que me permitía acompañar a mi papá, en sus viajes y diligencias que hacía en ese transporte. Llegamos a la vivienda de piedra, aunque en mi mente se ve algo nublado, estoy casi seguro que mi papá metió su bicicleta a la casa,  la cual por dentro casi no le llegaba el sol, se veía oscura y allí estaba ella, acostada en su hamaca, de pronto, mi papa dijo algo : “Saluda a mi abuela”, entonces, baje de la bicicleta y me senté a su lado, si tuvimos un diálogo ¿largo o corto?, no lo sé,  lo único que sigue retumbando en mi mente es la pregunta ¿Cuántos años tienes? que yo realicé y que sinceramente, no recuerdo la respuesta que me dieron, a veces parece que dijo 72, otras 76, tal vez fue otra pero la señora dio una respuesta.

De lo que si estoy seguro y en mi mente quedó grabado fue la dulce sonrisa de aquella mujer, que mostró después de la pregunta que hice. Esa es la imagen que se impregnó para siempre en mis memorias, lo mismo que el traje que portaba: hipil blanco con flores bordadas, así la recuerdo hasta el día de hoy.

En esa ocasión,  igual se encontraban en la casa otras personas, un señor sentado que solo miraba, no recuerdo que haya hablado, también estaba una muchacha que cocinaba y que sabía quién era yo porque saludó mencionando mi nombre.

Después de mi breve encuentro con aquella mujer observé rápidamente lo que había en la casa, vi la puerta del baño abierta y aún recuerdo aquella “banqueta de madera”, anteriormente muy utilizada en los hogares de la región para hacer tortillas o llevar a cabo otras labores de cocina, quizá esto persiste porque ya antes había visto este objeto en hogares de los familiares de mi madre. Otra acción que hice, fue salir a ver el patio de la casa, me pareció muy grande y el color verde que tenían muchos de los arboles sigue conservándose en mi cabeza.

Esto es todo lo que recuerdo de esa visita especial, que sin duda, dejó huella en mi y puedo afirmarlo porque posterior a este encuentro, quise seguir indagando más y pregunté a mi abuela Alicia si conocía a esa señora, ella respondió afirmativamente diciendo: “Si, era mi amiga. Solo que cuando yo era una chamaca, ella ya era una muchacha”. Otro episodio clave para seguir entendiendo mi relación con esta señora fue el día que enterramos Alicia, debido a que, al llegar al cementerio la gente empezó a murmurar “Ahí esta doña Martina” y curiosamente el cuerpo de mi abuela Alicia fue colocado arriba de la bóveda de la señora que un día visité, para seguir con las coincidencias, ambas murieron en el mismo mes y año.

Así poco a poco fui haciendo mis propias conclusiones, hasta entender que a la que llamaron Martina en el cementerio, formaba parte de mi familia, viene de otro grupo, de otro árbol, a pesar de eso, algo nos une; en su árbol soy como una pequeña hoja o uno de sus tantos frutos y esa visita contribuyó a enriquecer mi identidad, como muchos otros sucesos, este es importante, porque me dejó claro que estoy unido a muchos personajes del mayab y una parte de ellos vive en mí, como la dulce sonrisa que mostró aquel día quien en vida se llamó Martina Kuk Cocom.



Algo parecido a lo que observé en aquella visita.







     










No hay comentarios.:

Publicar un comentario